Para empezar, vamos a ver si esta bola funciona bien. Para ello voy a contrastar la información que me muestra sobre mi genoma con caracteres biológicos que yo ya conozco. Por ejemplo, veamos que dice mi genoma con respecto al color de mis ojos. Yo sé que mis ojos son marrones, como lo son en la mayoría de ustedes. El color de los ojos es un carácter algo complicado en genética, porque viene determinado por la combinación de los efectos de varios genes. Sin embargo, hay un gen sobre todos los demás que parece tener más peso en el resultado final; se trata del gen OAC2. Este gen esta asociado a la producción de la melanina, que es el pigmento encargado de dar color a los ojos. Distintas variantes del gen conllevan a que en las células del ojo se acumule más o menos melanina, y eso determina el color. En mi caso, la variante del gen OAC2 es la que corresponde a ojos marrones, así que todo cuadra. Sigamos adelante.
Siempre he querido saber de donde procedían mis ancestros. No pretendo remontar en el tiempo hasta llegar a Adan y Eva, sino solamente retroceder unos cuantos cientos de años para saber más sobre los orígenes de mi familia. Hasta ahora, lo único que sé es que mi padre era de un pequeño pueblo de Lugo, mi madre de Noya, y que unos once meses después de casarse ambos nací yo, en Compostela, aunque probablemente fui concebido en Roma, durante su luna de miel. Puedo vivir el resto de mi vida con esa información, pero siempre he querido saber más sobre mis antepasados. Para ello, la estrategia es centrar la atención en la secuencia de ADN del cromosoma Y. Los cromosomas son pequeños hilos en los que se organiza todo el ADN de la célula. En cada célula tenemos 46 cromosomas. El cromosoma Y es ese que solo tenemos los hombres y que nos hace más estúpidos que las mujeres (de ahí que digan que el hombre, y no la mujer, es el único animal que tropieza dos veces en la misma piedra). La presencia en mi cromosoma Y de una región conocida como E1b1b1b me dice que mis antepasados por línea paterna provienen del Norte de África, lo cual no me deja indiferente. Tal vez sea descendiente de alguno de aquellos moriscos que poblaron la Península hasta hace cinco siglos y que fueron expulsados por Felipe III en 1609.
Por último, veamos que dice mi genoma sobre mi futuro. Dirijamos la mirada hacia algo sencillo. En mi familia por vía materna ha habido problemas con los dulces. Me refiero a que mi abuela era diabética, y parece que la causa de su enfermedad era una variante anómala de un gen llamado CANP10, ya que estoy viendo que en mi genoma está presente dicha variante.
Este último dato es perfecto para comentarles que el hecho de que mis genes digan una cosa no quiere decir que necesariamente se vaya a cumplir. Yo no he desarrollado diabetes porque hay otros factores implicados, algunos genéticos y otros ambientales como, por ejemplo, la alimentación. Lo único que sé, es que disponer de la información que me brinda esta bola de cristal me va a ayudar a llevar una vida más saludable.
Me gusta que te metas por el campo de la divulgación. Sigue por ahí sin dejar tu trabajo de investigador. Un día hablaremos sobre el deber social de la divulgación por parte de los científicos.
ResponderEliminarGracias Emilio. Muy bueno tu blog emiliovalade.blogspot.com.es
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